La inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del Cielo, al terminar su vida mortal. Con estas palabras definió el papa Pío XII el dogma de la Asunción de la santísima Virgen María en 1950. Siendo una consecuencia de la maternidad divina, la Asunción de la santísima Virgen constituye para todos los seres humanos una prenda de esperanza y una promesa de resurrección.
En este día 15 de agosto de 2010, correspondiente al domingo XX del Tiempo Ordinario de nuestra liturgia católica, celebramos la solemnidad de la Asunción de la santísima Virgen María. La liturgia nos propone dos esquemas de celebración: uno para la misa vespertina de la vigilia y el otro para el día propio de la fiesta. La antífona de entrada del primer esquema nos dice: «Bienaventurada eres, María, porque hoy fuiste elevada sobre los coros de los ángeles y, juntamente con Cristo, has alcanzado el triunfo eterno». La oración colecta de la misa del día nos dice: «Dios todopoderoso y eterno, que hiciste subir al Cielo en cuerpo y alma a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos vivir en este mundo sin perder de vista los bienes del Cielo y con la esperanza de disfrutar eternamente de su gloria». El evangelio de este día está tomado de san Lucas (1, 39-56) y nos presenta la Visitación de María a su prima santa Isabel que concluye con el hermoso cántico del Magníficat.
El dogma de la Asunción afirma, según el papa Juan Pablo II, que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. Aunque para otros la resurrección del cuerpo se realizará al final de los tiempos, para María la glorificación del cuerpo fue anticipada gracias a un privilegio especial. Las primeras creencias en la Asunción de la Virgen María pueden encontrarse en los relatos apócrifos Transitus Mariae, que data de los siglos II y III. Éstos son relatos populares y románticos que recogen una intuición de fe por parte del pueblo de Dios. Posteriormente, hubo un largo período de reflexión acerca del destino de María en el otro mundo. Esto condujo a los fieles a creer en la gloriosa Asunción de la Madre de Cristo en cuerpo y alma y a la institución en Oriente de las fiestas litúrgicas del Adormecimiento y la Asunción de María. La creencia en el glorioso destino del cuerpo y el alma de la Madre del Señor después de su muerte se difundió de Oriente a Occidente desde el siglo XIV. En el siglo XX, en la víspera de la definición del dogma, era una verdad casi aceptada y profesada por la comunidad cristiana en todo el mundo.
Examinando el misterio de la Asunción de la bendita Virgen María, podemos entender el plan de la Divina Providencia para la humanidad: después de Cristo, el Verbo Encarnado, María es el primer ser humano en alcanzar el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad prometida a los elegidos a través del cuerpo. En la Asunción de la santísima Virgen también vemos la voluntad divina de destacar a la mujer. De manera análoga a lo ocurrido en el origen de la raza humana y de la historia de la salvación, dentro del plan de Dios, el ideal escatológico no sería revelado a un individuo, sino a una pareja. De este modo, en la gloria celestial, junto a Cristo resucitado, se encuentra la mujer que ha sido ascendida, María; los nuevos Adán y Eva, los primeros frutos de la resurrección general de los cuerpos de toda la humanidad. Teniendo en cuenta la profanación y denigración a las que la sociedad moderna somete al cuerpo humano, el misterio de la Asunción proclama el destino sobrenatural y la dignidad de todo cuerpo humano llamado por el Señor a transformarse en un instrumento de santidad y a compartir su gloria.
+ Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa
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